El relato corto “Juegos” describe una escena sexual explicita entre una pareja del mismo sexo. La historia está escrita con una intencionalidad predeterminada. Solo espero que quien la lea la disfrute… y despierte su curiosidad. ;)
La
espalda le ardía de una forma agradable que hacía que sintiera todos los músculos
de esa zona deliciosamente relajados. El flogger de suaves tiras de cuero que
había utilizado Sebastián para azotarle era uno de los mejores instrumentos
para hacer que se calentara de una manera asombrosa. El tiempo que había pasado
desde la última vez que lo habían hecho le había parecido eterno a Mario. Lo
había echado de menos.
Ahora,
después de la suave paliza, descasaba su pecho en el banco de piel negra a los
pies de su cama. Su cuerpo sudoroso por el esfuerzo temblaba con la expectativa
de lo que estaba por venir. Arrodillado, con las manos apoyadas en el suelo, y
el pecho pegado a la cálida piel, la postura le resultaba familiar y cómoda.
Ajustó la abertura de las rodillas para distribuir mejor el peso, intentando
que Sebastián no se diera cuenta de su movimiento.
El
ambiente en la habitación era cálido y algo húmedo. La ventana estaba abierta y
dejaba pasar una ligera brisa templada proveniente de la calle. A esa hora
nocturna el abrasador calor del verano en la ciudad había disminuido, si bien
los veinticuatro grados del exterior no eran precisamente frescos. La tibia
brisa era bienvenida aunque solo fuera para refrescar un poco el ardiente calor
de su espalda.
Los
firmes y pausados azotes que Sebastián había repartido por su espalda, hombros y
nalgas le habían ayudado a relajarse y focalizar, preparándose para lo que
tendría que venir después. A Mario no le llamaba la atención el dolor o daño
físico excesivo en sus relaciones sexuales, pero disfrutar de las flexibles
tiras de cuero de un flogger en sus nalgas de vez en cuando hacía que sus
pulsaciones se aceleraran al máximo. Le encantaba disfrutar de esos momentos
con Sebastián.
—Te
has movido.
—No.
—Mentiroso.
Mario
sintió moverse a Sebastián detrás de él e inmediatamente la picazón de un certero
azote en su nalga derecha le hizo respingar.
—¡Ah!
Lo siento. No lo volveré a hacer —Mario escondió la cara hacia el suelo. El
picotazo había sido placentero. Si Sebastián se daba cuanta a lo mejor no le volvía a azotar. Sonrió para
sí mismo.
—Eres
un mentiroso, y lo sabes —Sebastián estaba en lo cierto. Su compañero de juegos
era un hombre serio, con un sentido del humor muy particular. Hacía bromas en
los momentos más inesperados y casi nunca sonreía. A Mario le encantaba ese
rasgo suyo, aparte de otras características singulares de su personalidad. El
ser un mandón era otra de esas cosas que le gustaban de él.
Se
conocían desde hacía tres años y medio y su relación siempre había funcionado
de esa manera. El temperamento y forma de ser de Sebastián se complementaban
perfectamente con los de Mario.
Sebastián
era dos años mayor que Mario y físicamente se parecían bastante. Eran hombres
de cabello y piel morenas, aunque Sebastián tenía los ojos castaños y los de
Mario eran verdes. Para Mario el haber conocido a ese hombre era una de las
mejores cosas que le habían pasado en la vida.
Mario
giró un poco la cabeza buscando el reflejo del espejo de cuerpo entero que
había en la habitación. La imagen que encontró le aceleró las pulsaciones.
Sebastián
estaba acuclillado totalmente desnudo, justo detrás de él. El dildo negro de
látex en sus manos brillaba, húmedo, impregnado de lubricante. Sebastián lo
manejaba extendiendo el líquido transparente por la flexible superficie.
—Sebastián…
—el nombre salió como un gemido a través de sus labios. Mario corcoveó inquieto
en su expuesta posición.
—Lo
quieres ¿verdad? —Sebastián se inclinó, posó su mano izquierda en la cadera de
Mario impidiendo que se moviera más. Alcanzó a acariciar con sus labios las
rojeces calientes en los glúteos carnosos. Escuchó a Mario suspirar y sintió el
temblor de su cuerpo atravesándolo completamente.
—Te
quiero a ti.
—Me
tendrás —contestó con firmeza Sebastián—. Primero disfruta de esto. Lo que te voy
a dar.
Mario
asintió estremecido, dejando que un nuevo suspiro saliera de sus labios.
Sebastián era fuerte, sujetó la cadera de Mario, afianzándole en su posición
inclinada sobre el taburete. Debió de dejar el dildo de latex en algún lugar,
ya que Mario sintió como amabas manos del hombre masajeaban sus nalgas,
exponiendo su grieta y jugando con los pulgares lubricados, haciendo pasadas
sobre su ano. Las placenteras sensaciones envolvieron las terminaciones
nerviosas de Mario. Los dedos siguieron jugando con el suave músculo hasta
dilatarlo, haciendo que los dos hombres respiraran pesadamente.
Mario
sintió el movimiento que hizo Sebastián para recoger el juguete olvidado,
sintió la punta fresca y roma apoyada en su piel, y el inicio de la penetración
en su carne. Cuando el dildo pasó su entrada Mario apretó los dientes por el
repentino escozor. Enseguida notó el pellizco de los dedos de Sebastián en sus
nalgas y el azote que siguió. Con el respingo Mario sintió la profunda
penetración del juguete en su interior, haciéndole sentir pleno a rebosar.
Sebastián aguantó unos segundos la respiración, esperando para que el cuerpo de
su amante se acostumbrara a la invasión. Entonces las caderas de Mario
empezaron a agitarse y Sebastián volvió a tomar el mando de la situación. El
juguete bombeó dentro y fuera del cuerpo de Mario, los gemidos del hombre
rebotaban en las paredes del cuarto, indicando a Sebastián que lo estaba
haciendo bien y consiguiendo que su temperatura corporal subiera unos cuantos
grados.
—Te
voy a montar ahora.
—Sí.
Por favor —susurró Mario entre dientes.
—Ven
aquí. Levanta —antes de terminar de hablar Sebastián había sacado el dildo del
cuerpo sobreexcitado de Mario, que calló abandonado al pie de la cama.
Sebastián ayudó a Mario a ponerse en pie. El hombre tenía el cabello húmedo sobre
los ojos, los labios rojos de habérselos mordido y las mejillas sonrojadas de
placer. Sebastián enmarcó su cara con las manos y besó la carnosa boca con
ansias.
—Túmbate
boca abajo.
Mario
lamió el mentón de su amante antes de separarse de él para obedecer la orden.
Las frescas sábanas blancas hicieron que su piel se erizara por las sensaciones
contrastadas. Su cuerpo estaba en llamas.
—Te
necesito —exigió Mario en un susurro.
—Ya
me tienes —contestó Sebastián—. Quiero que mires el espejo.
Sebastián
se había tumbado todo lo largo sobre el cuerpo acalorado de Mario. Su polla
anidaba entre las nalgas de su amante y el pecho tronaba sobre la espalda del
otro, haciéndole sentir el golpeteo de su corazón. Mario giró la cabeza y
encontró junto a su boca los labios acogedores de Sebastián. Sus besos fueron
hambrientos y demandantes. Exigiendo una rendición. Los dos respiraban
pesadamente al separarse y dirigieron sus ojos al espejo que les devolvía la
imagen de ambos, acoplados, compartiendo sus cuerpos. Sebastián flexionó las
caderas buscando la entrada al cuerpo de su amante, al hallarla gruñó junto al
oído de Mario haciéndole estremecer.
—Ahora
aguanta. No voy a parar hasta que te corras.
—Hazlo
—gimió Mario.
Sebastián
dejó que Mario descansara la cabeza en uno de sus brazos. Alargó la otra mano
hasta entrelazar sus dedos con los de Mario, por encima de sus cabezas, y
empezó un ritmo hipnótico, pausado que hizo a ambos hombres gruñir de placer.
—No
pares.
—No.
El
roce de los cuerpos, moviéndose acompasados, siguiendo el ritmo del placer
mutuo, hizo que Sebastián tuviera que apretar los dientes para intentar
controlar su orgasmo. Agachó la cabeza y lamió la nuca húmeda de sudor de
Mario. Fue un error. El sabor salado de su piel caliente activó sus ansias. Mario
gimió de satisfacción cuando Sebastián aumentó el ritmo de los envites, estiró
su mano libre hacia a tras buscado la carne firme de Sebastián y pellizcó sus
nalgas con fuerza haciendo que los empujes de su amante se volvieran erráticos.
Mario se abrió completamente, dejando que el placer recorriera sus sentidos. La
pesada respiración de Sebastián en su oído le hizo temblar de emoción. El
orgasmo sacudió su cuerpo haciendo que las contracciones de los músculos que
rodeaban a Sebastián provocaran su propia
liberación. El sudor empapaba los cuerpos de ambos, resbaladizos, lúbricos y
calientes.
Mario
respiró entrecortadamente, giró la cabeza para alcanzar a besar la boca de
Sebastián. Los labios de su amante acariciaron con tranquila satisfacción la
boca de Mario, saborearon el placer en la respiración compartida y el gusto
salado del sudor.
Mario
sintió un leve escozor en la espalda y las nalgas cuando Sebastián se retiro de
su interior. Las marcas del flogger persistirían unas cuantas horas más en su
piel recordándole esta noche y los juegos que Sebastián había jugado con él.
Mario
se sintió totalmente desmadejado por el placer. Agotado y satisfecho se colocó
de lado, pegado a la espalda de Sebastián, abrazando su pecho y acariciando su
polla semidura.
—¿No
estás satisfecho? —bromeó Sebastián. Sabía que a Mario le gustaba acurrucarse
después del sexo.
—Sí.
Pero luego quiero otra ronda.
—Hecho.
Sebastián
entrelazó los dedos con los de Mario y cerró los ojos, dejando que su cuerpo se
relajara en brazos de su amante.
Los juegos no habían
terminado. Estaba deseando volver a empezar.
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hola roni, feliz domingo muchas gracias por compartir el corto!!! que tengas una gran semana, besos
ResponderEliminarHolaa Roni!! que tengas un buen comienzooo de semanaa!! adoroo leer todo lo que escribes!! gracias por siempre compratir tus historias!! besso!!!!!
ResponderEliminarMuy bueno! Me encanta el relato y cómo plasmas la excitación y sentimientos de tus protagonistas.
ResponderEliminarBesos
Muchísimas gracias chicas, por pasaros por aquí y tomaros el tiempo de comentar. Un abrazo a las tres ;)
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